Mi teoría es que ese permanente flujo introspectivo del extranjero tiene sus bemoles de acuerdo al lugar donde esté. En Miami por ejemplo, la luz es tanta y por tantos meses en el año el sol inunda la vida entera por 12 o 14 horas al día, que con frecuencia la ciudad parece un desierto de almas. Nadie parece pensar o contar algo que ha sentido y tiene guardado. Porque todo se ve, quizás. Y es así como, esta suerte de Casablanca donde, más que un puerto internacional, la ciudad tiene lógica de escala, de tránsito de refugiados o vacacionistas (la mayoría de los habitantes de este lugar no se sienten propios), eso redunda en su ánimo, que percibe que, como nada parece que va a quedarse, nada parace merecer peso y significado.
Sin embargo, el extranjero -y mira que hay extranjeros aquí- sigue sintiendo y pensando como una maquinita asombrada. Adapatándose como un camaleón o esperando en las esquinas su oportunidad, dependiendo del caso.
La culpa no es del sol en la calle...la culpa es de la noche a la que el desierto de almas le teme.
ReplyDeleteTu reflexión es tan triste como profunda y hermosa.
JCM