Tuesday, June 28, 2011

Lejos, pero cantando

Un lenguaje que viaja y se mantiene incólume cuando uno empieza a habitar este tiempo sin tiempo que es el destierro (donde lo que importa está lejos y lo que está cerca tiene escasas significaciones) es la música. La buena música subsiste. Dice muchas cosas y sus ritmos, intrumentos, melodías, texturas y ánimos trascienden la historia y la geografía.
Puedo salir a correr en las calles del Southwest o subir el cerro Avila y allí una estrofa de Sting, un adagio de Mozart o una queja de la Venegas tener el peso poético que tienen desde que, como música, fueron conebidas. Hay una conexión entre la música y los seres humanos que vence los contextos, la enajenación, los pasaportes.
Un buen vino o una buena mesa, una preocupación o un descanso laboral, una mañana o un simple hastío, pueden ser siempre bien acompañadors si la música es buena. Si es jazz tradicional o standard de New Orleans, si es música galesa o salsa brava es cuestión de la predilección de quien pulsa play, la música como tal, si es buena, sobrepasa el lugar donde te encuentres, no importa si te sientes propio o ajeno, triste o envalentonado, si estás ilegal o te sientes preso. La música te pertenece.

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