Wednesday, October 5, 2011

Hora de partir

Si mi tío José muriera pronto, seguro me arrepentiría de no haberme comunicado con él

durante tanto tiempo. Eso es lo que pienso durante esta caminata por la calle no identifico

si es la 21 o 23 del suroeste, cuando de pronto unas bolsas de supermercado vacías que

están en el piso han empezado a elevarse mientras se mueven en círculos, producto de

algo como un torbellino interior que las levanta poco a poco al cielo. Me extraño. Me

extraño mucho. Empiezo a notar que lo mismo les pasa a las hojas de los árboles que

están dispersas, y también para mi sorpresa a los carros que están estacionados junto a las

aceras esta mañana. A las casas. A los mismísimos árboles. Y a los gatos, que parecen de

pronto abundar en esta imagen. Empiezo a darme cuenta de que se trata de un sueño pero

en lugar de aliviarme, me angustio, pues tengo la sensación de que si despierto antes de

lograr entender cómo hacer para que las cosas no dejen de levantarse, todo desaparecerá.

Es un sueño de esos en los que uno entiende que está soñando pero no puede dejar de

vivir lo que representa su psique, como si fuera uno integrante de una película cuya

lógica no fuera cuestionable, aunque la vigilia no pueda entenderla. Sin abrir los ojos,

y volviendo a olvidar que sueño, y de nuevo sin conciencia de que estoy soñando, las

imágenes regresan, pero esta vez hay incendios en toda la infraestructura que puede ser

demasiado pesada o estable como para desaparecer elevándose a la infinidad del cielo.

Los edificios, los estacionamientos y los ascensores se están quemando. Ya yo estoy unas

cuadras más adelante que la calle inicial, más bien en una avenida, corriendo con algún

desespero, como si el refugio que he buscado se hubiese revelado volátil, como si el viaje

que imaginariamente me he empeñado en vivir fuese tan vulnerable como mi propia

incapacidad para enfrentar los lugares de los que vine despierto.

Entonces veo a unas pocas cuadras a una vaca y a un caballo, sanos y salvos,

desprevenidos y en mitad del estacionamiento de un shopping center, y entiendo que esos

son los únicos vehículos en los que puedo moverme por la ciudad, ruinosa y en llamas,

hasta conseguir la clave para salvarla o, eventualmente, escapar.

Pero poco antes de llegar entiendo que es demasiado tarde. Un relincho, o dos, apenas

dan tiempo al caballo, antes de encenderse por la obra de la nada. Y la vaca, cuando

Entonces entiendo que no hay manera de salir de este laberinto que no sea recordando.

Es mi conclusión en el sueño. Caminar como los peripatéticos, mirar el horror de la

ciudad en solitario y saber reconocer entre mis imágenes y las que sueño cuáles son

verdaderamente mías, cuáles existen y me dan igual, cuáles realmente me he inventado.

Estoy atrapado en mis propias imágenes. No habrá nada real hasta que no lo encuentre

yo. Han sufrido un golpe de estado mis decretos temporales. Los semáforos están

descompuestos. Por la calle 25 y la avenida 37 una muchedumbre desorganizada cruza la

avenida. Están de saqueo y yo trato de seguir caminando desprevenido, como para que no

me noten. Son violentos, hablan portugués y saben lo que hacen. Sólo uno de ellos

alcanza a verme, un niño que va de la mano de su madre, una joven de unos 28 muy

airada que no sabe lo bella que podría ser. La mirada del niño me acusa, como si supiera

algo que yo no y de lo que me culpa. La mujer bella no cree ni le interesa saber que

podría ser bella. Eso importa es en las películas que yo me hago.

Cuando los brasileños han cruzado ya como un huracán, la avenida se ensancha y de

pronto todo parece calmado. Me espera juiciosa y vivaz pero muy decidida una

concentración de manifestantes que está por partir a pedir que les asignen una avenida

para poder marchar en forma permanente. Cuando me acerco, me perciben como si fuera

yo una autoridad. Como si hubiese retrasado mi liderazgo y fuese yo la alucinación que

de Roger Casement ha tenido Vargas Llosa. Y como si ellos no tuviesen avenida por mi

ausencia. Me siento apenado, nervioso. Algunos que no veo y que no se atreven a

decírmelo a la cara me gritan reclamos y hasta insultos. Yo no les puedo hablar. Paso

entre ellos, los atravieso sin poder detenerme y encuentro que al final de la congregación

que va a marchar están algunos compañeros de la Universidad bailando tambores.

Natalia, Edder, Silvia, Ruth, Marina, Jeanette, Arturo, Vicente y Eliana esperan relajados

el inicio de la protesta. Se pasan una carterita que Yanira, que no toma, me da. Yo tengo

veinte kilos menos, veinte años menos y en lo que empino la carterita para tomármela, se

acaba la magia, ya no estoy en la Universidad; recuerdo mi cometido: si no descubro por

qué se destruye la ciudad, despertaré sin esperanzas.

A todas estas, los efectos apocalípticos del sueño han mermado. Plantas, basura, flores

silvestres, rejas siguen elevándose esporádicamente y sin mayores prisas. Frente a la

nada, nada se puede hacer. Puedo poner una canción de Fito Páez o una de Jorge Drexler,

pero las desecho: si quiero resolver algún misterio, tengo que escuchar el sonido de la

calle, como cuando uno busca una dirección y baja el volumen de la radio.

Ahora voy manejando. Es un sueño largo como los de Olimpia. No largo en tiempo sino

en acciones. Pero es un sueño delicado. Depende de mí. Y me pesa. Me angustia que se

acabe. Es raro que un sueño que no queremos, que nos angustia, no deseemos que se

acabe. Estoy al final de una callejuela ciega. Hay dos casas coloniales y una nueva,

diseñada con columnas y esfinges egipcias. Horrible. Y a los pies de una verja que limita

la calle con el parque al que se le entra por la otra calle, duerme, o vegeta, más bien, un

granuja de traje roto, de cara sucia, de pelo tieso que está tan trabado que, de nuevo, sólo

alcanza a mirarme. Y entonces me doy cuenta de que soy yo. Yo mismo. El estado más

triste, incapaz, desesperanzado y abortado de mí. No quiero acercarme, pero no puedo

dejar de mirar. Y me fijo que de su bolsillo derecho del traje salen unos tiquetes de avión,

no alcanzo a leer lo que dicen pero sé que son para Caracas. Y enseguida que lo sé, dudo.

Podrían decir Bogotá, Madrid, Sidney o San Francisco. Entonces ya no dicen nada. Y

caigo en cuenta. De eso se trata este sueño. O al menos parte de él. Primera clave. De

saber lo que pasa si en todo lo que creemos hay duda.

De inmediato tengo una imagen que ha sido recurrente toda mi vida (¿ha sido recurrente

toda mi vida?): Mario coge con Fabiola mientras Ester duerme al lado y yo que veo no

hago nada por avisar que si se dan cuenta todo acabará mal. Y otra imagen, yo, de niño,

lloro y lloro desconsoladamente hasta quedarme dormido. Y me quedo dormido dentro

del sueño. Pero es un sueño con vigilia, sólo para descansar, que me desahucia por un

instante para poder seguir con mi cometido. El sonido de las olas continúa y eso me

ayuda a dormitarme. Pero unos daneses que están de visita turística en la ciudad se ríen a

carcajadas mientras comentan algo sobre mí y me despiertan, ahora estoy detenido en

una esquina esperando la oportunidad para poder cruzar la calle. Y soy una mujer. Una

linda muchacha que viste overoles y tiene una despreocupada conciencia de su belleza.

Una melena castaña, piel carmencita tostada y ganas de que su paso cante. Camino por

las aceras de la ciudad como si estuviese en Europa. Donde ser bello ha costado mucha

sangre pero nadie ha podido restarle importancia a la belleza a pesar del esfuerzo de

siglos. De la nada me encuentro caminando con Armando, que tiene 10 años internado en

las islas Baleares y se ha convertido en un anciano. Lleva un balón de básquet sostenido

entre su mano izquierda y su pierna, y cuando ve mi cara de incredulidad frente a lo viejo

que lo encuentro, se para y me dice, solemne: “somos siempre una promesa, no importa

el tiempo en que estemos, nunca llegamos a ser sino una promesa”. En ese mismo

instante, como si una lapidaria maldición terminara de ejecutarse con semejante

concepto, a la ciudad, ya devastada, se le abre un cráter en su corazón y yo me encuentro

en un pico que ha emergido del desacomodo de la tierra. Identifico, ahora sí, que estoy en

Miami, y veo desde esta cima que tantas veces anhelé un pedazo de tierra que se

desprende de la costa, como en Underground, la de Kusturika, pero a diferencia de

aquella historia, yo no voy en mi país, que ha cambiado a mis espaldas y sin que yo

pueda hacer nada, sino que mi país se va, a la deriva, a deambular en el océano sin un

rumbo que pueda conocerse, sin que yo pueda estar en él.

Mi memoria hace ahogados y ansiosos esfuerzos por recordarlo todo antes de que aquel

pedazo de tierra desaparezca de mi vista. Yordano Maelo las clases adolescentes de salsa

las risas inaguantable en el ascensor con Víctor las arepas metidas en el bolsillo de la

chaqueta en las fiestas de graduación las rascas filosóficas del colombiano el rostro de

Tammy cuando tenía cinco años las discusiones en la Universidad y la seguridad de que

el futuro era nuestro las caminatas al metro y la inseguridad de que algún lugar fuera el

mío el taller de poesía el cubo negro las ganas de llevar la contraria en todas partes los

aplausos en los auditorios de teatro el festival de rock el Centro de Estudiantes el control

de cambio la hecatombe la política el terremoto político la llegada de la pesadilla de lo

indeseable el reinado de lo más oscuro en el centro de mi país yo lejos el trozo de tierra

alejándose y yo fuera en un pedazo de tierra que quisimos creer firme pero que ha

detonado las cosas se van hacia arriba nada pesa y hasta el suelo puede estallar. Como si

nada bastara con creerlo y al mismo tiempo lo poco que sabemos fuera minado con la

Regreso al presente. Al del sueño. Es hora de mirar al cielo. Quizás. Y cuando digo

quizás siento otra grieta bajo mis pies. Entonces decido que es hora de despertar. No hay

dudas. En la cocina escucho trasteos de ollas y cafeteras. La vigilia ha tomado su turno.

El tío José se molestará con razón si muere y yo no he ido a verlo. Es hora de partir.

Thursday, July 14, 2011

Puntos suspensivos

Las experiencias de la vida lejos del lugar al que uno le tocó pertenecer cambian todos los días de sentido. El viaje hacia los significados verdaderos de los nuevos sitios que se habitan parecen jugarnos un truco en el cual cada vez que parecemos más cerca descubrimos un nuevo camino que nos hace falta recorrer, mientras que también nosotros variamos adentro con una velocidad tal que por momentos tenemos la fantasía de estar en caída libre.



Quería dejar un testimonio, simplemente, de la sensación de infinitud, incertidumbre, libertad y sorpresa que vivir fuera parece dejarnos de forma sempiterna, incluso si tenemos mucho tiempo haciéndolo.



No hay verdades a las cuales llegar. Sólo fotos imprecisas. La desazón y la esperanza de que cada día una nueva sorpresa llegue. En tanto, seguimos impávidos, sin gravedad, flotando en el asombro, viendo que el destino que intuíamos nos pertenecía y que un día salimos a buscar, es engañoso, a veces parece a la vuelta de la esquina, otras veces parece estar en el lugar del que salimos, y muchas veces desaparece dejándonos en el vacío.

Saturday, July 2, 2011

Los amigos

Sólo cuando han pasado 30 años y uno no tiene cerca a los de siempre, se hace notorio que hacer amigos carnales no es tan fácil como cuando uno vivie en la misma jungla, comparte los mismos recuerdos, el mismo entorno, el mismo universo y los mismos cuentos.
Uno nunca deja de extrañar a sus amigos de siempre y, sin embargo, hay algo que ellos se están perdiendo en nuestra vida enajenada de lo que sólo pueden dar fe los amigos nuevos: esos que han tenido que contar de cero su historia y escuchar la nuestra, pero que en realidad saben poco del pasado de uno, por mucho que se esfuercen, y se conforman con la posibilidad de compartir un rato, el presente, sin que las conexiones las haya regalado la providencia, con tal de escuchar y ser escuchados.
Y eso tiene un gran valor.
Para nosotros que la vida amistosa (como la familiar y toda la que implique intercambio de afectos) es protagónica, tener amigos, en una tierra donde la amistad no vale nada, es como haber logrado reproducir a pequeña escala uno de los recursos naturales de nuestra cultura. Es como poder tener petróleo en la casa.
La vida queda escindida, eso sí. Hay panas que te conocen hasta el tuétano y siguen siendo tus amigos a pesar del tiempo y la distancia (los verdaderops amigos) y cuando les hablas al teléfono y les cuentas de algo que pasa en tu vida debes hacer una abstracción tan grande para que entiendan su significado que el cuento se disminuye o pierde sentido.
Es lo mismo con los amigos nuevos: si uno quiere contarles un recuerdo, los antecedentes son tan jodidos que cuando llega el cuento el esfuerzo ha perdido sentido.
A juzgar por los amigos uno es varias personas.
Lo importante es que haya. Donde estén uno los quiere.
Habría que juntarlos. Pero es difícil unir tiempo y espacio. O ya estarán unidos en la vida de uno?

Tuesday, June 28, 2011

Encrucijadas

A muchos no les pasa igual. Cuando las cosas se ponen chiquitas, agradecen estar lejos. Puede que a mí me guste el sufrimiento. Mientras mayor es la crisis, más se me enciman las ganas de regresar a mi país. La comodidad de mi presente se me hace incómoda... es difícil de explicar. Puede parecerse a cuando un hijo está enfermo, uno puede saber que el tratamiento que se le aplica es el correcto, pero eso no basta. Uno no descansa hasta estar a su lado, midiendo uno la fiebre. Puede que la comparación ayude. O no.

No es que el país de uno sea como un hijo, ni de vaina. Mucho menos una madre. A la cultura de la que uno proviene tiene uno mucho que agradecerle pero también mucho que maldecirle. No es como a la madre y a los hijos que uno los quiere perdonar. Nacer en x o y es un accidente, es cierto. Pero es un accidente ineludible que, al menos a mí, no se me da cortar, ni tengo la más mínima intención de botar por la basura.

En tanto, mi vida presente me exige de toda la energía -o del doble, más bien, que es lo que toca a los ajenos- para echarla a andar. Para que el día a día tenga algún rebote en algún mañana. En el trabajo, en la cotidianidad con mi esposa, en la gente que voy conociendo en oficinas, en el trato que le doy a mis hijos, en lo que les planifique para que se vayan educando.

El tiempo va pasando y la inercia del futuro se va construyendo. Mi extranjería comienza a tener mayúsculas. Empiezo a ser un extranjero con capitulares, graduado, conocedor de la extranjería. La incomodidad del extranjero comienza a convertirse en mi zona de comfort, qué paradoja.
Y no me doy cuenta, hasta que ocurre una crisis. Hasta que Chávez se enferma, llegan las elecciones o las apuestas están por perderse. Entonces mi pasado se convierte en lo único que me importa. El sentido del tiempo y las prioridades se reordenan en una cápsula que es mi vida, y las calles de Miami y las declaraciones de Obama significan lo mismo que para un suizo que no ha salido de un pueblo nevado de Los Alpes, para un africano analfabeto, para un maorí renegado.

Ser extranjero es un remedio peligroso. Si uno sintió en algún momento que no pertenecía a su país, menos va a lograr pertenecer a un lugar en el que no creció. Es como querer echar raíces desde las ramas. Pero el sfuerzo hay que hacerlo. Si no entiendes, lees, escuchas y te informas sobre el lugar que habitas, estás perdido.

Pero eso, por difícil que se escuche, es un viaje formidable. Adictivo. Un viaje que se reproduce en sueños de otros viajes. Navegar y atracar. Navegar y atracar. Hasta que llega de nuevo una crisis y nada importa. Sólo importa la casa. La primera casa. La única que aparece en los sueños imprevistos.

Lejos, pero cantando

Un lenguaje que viaja y se mantiene incólume cuando uno empieza a habitar este tiempo sin tiempo que es el destierro (donde lo que importa está lejos y lo que está cerca tiene escasas significaciones) es la música. La buena música subsiste. Dice muchas cosas y sus ritmos, intrumentos, melodías, texturas y ánimos trascienden la historia y la geografía.
Puedo salir a correr en las calles del Southwest o subir el cerro Avila y allí una estrofa de Sting, un adagio de Mozart o una queja de la Venegas tener el peso poético que tienen desde que, como música, fueron conebidas. Hay una conexión entre la música y los seres humanos que vence los contextos, la enajenación, los pasaportes.
Un buen vino o una buena mesa, una preocupación o un descanso laboral, una mañana o un simple hastío, pueden ser siempre bien acompañadors si la música es buena. Si es jazz tradicional o standard de New Orleans, si es música galesa o salsa brava es cuestión de la predilección de quien pulsa play, la música como tal, si es buena, sobrepasa el lugar donde te encuentres, no importa si te sientes propio o ajeno, triste o envalentonado, si estás ilegal o te sientes preso. La música te pertenece.

Thursday, June 16, 2011

Categorías arbitrarias

Hay ciudades que parecen infinitas, y otras que simplemente faltan por conocer. En esta arbitrarísima categoría que sólo un extranjero puede tomar por cierta, Londres, por ejemplo, siempre me pareció una ciudad infinita, pues contiene, me parece, me hace sentir, millones de historias de gentes y lugares en su explanada y enorme extensión, para contarle a sus transeúntes.

Miami, en cambio, me parece que tiene mucho por conocer. Es un lugar lleno de secretos y espacios que el turista común no es capaz de localizar, impresionado por sus tiendas. Pero al conocerlos, es poca la sustancia que sus anécdotas tienen para contarnos. Será su juventud o su afán por venderlo todo antes incluso de que exista, o que el sol es tan fuerte que evapora todo, pero Miami parece siempre una ciudad liviana, sin demasiado para preocuparse o inquietar a los demás.

La sensación que me da Londres, también me la da Caracas. Los edificios, las zonas abandonadas, los bares y las avenidas contienen historias de millones de intenciones densas, amorosas o desafortunadas que sus habitantes han tenido habitando accidentalmente sus aceras y baldosas.

Pero no es una sensación que me dé Amsterdam, por ejemplo, que habiendo conquistado la actual Nueva York o visto nacer a Van Gogh no parece muy preocupada por sellar su existencia con sus anécdotas y, por el contrario, prefiere manejar bicicleta y rezar porque todo pase más ligero con el aroma de la marihuana.

Los Ángeles, con todo y su vida de autopistas, es una ciudad en la que, sobre todo los orientales, han acumulado muchas hermosas historias.

Orlando debería preguntarse si acaso es una ciudad. El viejo San Jaun podría prestarle algo.

A Buenos Aires le sobran historias. Ni hablar del DF. En cambio Bogotá lucha por terminar de asentar un misterio histórico que a la humilde Cartagena (porque en Cartagena hay la pobreza rampante, ese no es el problema) tiene de más.

Las ciudades y los hombres se entienden a su antojo, y con el tiempo (el poco o el mucho tiempo que convivan) logran o no, entablar ciertos lazos de comunicación que les producen unas relaciones específicas.

Siempre son arbitrarias, y a la vez, inútiles y inocuas estas calificaciones. Como mucho de lo que es fruto de la experiencia del extranjero. Pero está ahí esa relación. Diletante y enlistada al tiempo, para mañanas como la de hoy, en la que me gustaría estar en Juangriego tratando de obviar el supuestamente gracioso discurso de un niño margariteño y observar el mar, o aquí mismo, en este balcón desierto que es Miami, escribiendo lo que escribo.

Tuesday, June 14, 2011

Poema robado

And, while the sky grows dim and dimmer,
Feel no untold and strange distress­
Only a deeper impulse given
By lonely hour and darkened room,
To solemn thoughts that soar to heaven,
...Seeking a life and world to come.
Charlotte Bronte.

Monday, June 13, 2011

En blanco

Hay días en lo que todo parece suspendido. Los significados parecen rodados y los significantes no parecen ser lo que son usualmente. Uno se pregunta si uno es de aquí, de otro lugar, de ninguno o de uno que no conoce y, por supuesto, no tiene respuestas.
Hay días en que todo parece mentira.

Saturday, June 11, 2011

Ninguna palabra pierde más significado después que uno ha movido su eje de traslación que la palabra futuro. Ya normalmente es una entelequia, pero la gente suele imaginar y proyectar lo que será de su vida con los símbolos del entorno que conoce.
Cuando eso cambia, y todo resulta nuevo, y uno no sabe ni cuáles serán sus gustos ni sus disgustos, ni cómo reaccionará, debe reaccionar o va a reaccionar frente a lo que le rodea, el futuro se hace apenas un juego, la ciencia más especulativa, una verdadera incertidumbre.
Cómo saber lo que pasará en unos años en un ambiente en el que estamos en permanente descubrimiento?
Puede ser frustrante, pero también es divertido. Es una de esas paradojas clásicas que vienen con la libertad. Que, por cierto, esa es otra palabreja que se vuelve escurridiza.

Wednesday, June 1, 2011



Did she mean it?

No lo sé. La señora, con sus ojos azules, sus lentes, su piel blanca arrugada, y su educado semblante, me deseó las buenas tardes en inglés, "have a good one", me cobró, abrió la bara que me permitiría salir del peaje y reincorporarme a la autopista, y me sonrió.
Me sonrió, sí, me sonrió. No es frecuente. Pero la verdad es que no sé si me sonrió sinceramente o por trámite. Si era una sonrisa de alguien que hacía su trabajo con cariño o era una sonrisa de librito.
Parece una tontería, un detalle que sólo alguien con ganas de enredarse nota. Pero es que su sonrisa no es usual en un paraje de cobranzas viales. Aunque, a decir verdad, no fue que lo sentí como para decir "qué cariñosa la señora". Quizás fueron sus años: por tratarse de una señora mayor me inspiró cierta ternura y... no, recuerdo no me produjo, no tengo una señora tan blanca, ni tan de ojos azules que recordar.
Sólo me faltaría indagar en su mirada. La sostuvo apenas, es la verdad. Me miró de frente y a los ojos, pero no más de un segundo quizás. Dos a lo sumo.
No, no creo que haya sido especialmente cariñosa. Debo haber sido simplemente el conductor número 482 de la tarde al que le correspondía su sonrisa también 482.
O quien quita que sí. Que a los 482 nos haya sonreído cariñosamente y que hasta ahí ella sepa o pueda expresarlo, como sucede en esta cultura.

Thursday, May 19, 2011

La libertad del loco

Pero la diferencia de códigos no sirve sólo para no conseguir lo que uno busca sin querer. Esta libertad no escogida que significa tener una lectura propia y no ajustada al conexto del lugar donde uno vive, también puede ser divertida, o incomprensible, generar malentendidos, conjuntos vacíos. Un mundo dentro de otro mundo o, en todo caso, mundos paralelos.
Es la libertad del loco, que nadie comprende por lo que ríe o por lo que llora, pero que sus razones tiene, aunque no puedan ser leídas por los códigos de lo que le rodea.

Wednesday, May 18, 2011

Peras en el olmo

Ayer , por ejemplo, estuve por alguna razón más casual que planificada en una oficina laboral para hacer un trámite. En ella esperaba encontrar gente conocida que tenía tiempo sin ver, con la que seguramente hablaría de temas cordiales mientras hacía mi diligencia, pero me fui con una sensación de vacío que me asaltó imprevistamente.

Bien parece que tanta exigencia de correctitud política, miedo a todo cuanto pueda comprometer con la legalidad, y el exceso de actitud productiva que exigen los lugares e trabajo por aquí (no tengo tiempo sino para trabajar), hacen que cualquier ser humano sea capaz de convertirse en estos mundos en un robot simpático. Cordial, educado y siempre en etiqueta, pero inexpresivo. Nada de lo que se pueda sospechar, intuir o interpretar una segunda lectura. Ningún mensaje que no sea planeado. Mucho menos una expresión de afecto.

Entonces, ido, afectado y extrañado, me diagnostiqué y al mismo tiempo inquirí: por qué estaba esperando yo que alguien me echara un chiste, me pegara un abrazo o me diera una pista sobre lo que iba a ocurrir con el proyecto que manejo con esa oficina? Acaso el que a la gente de allí la conozca tiene que significar algún tipo de afecto? La respuesta en esa y en todas las oficinas de esta ciudad son la misma. La gente por aquí vive para trabajar. Lo demás es secundario. Mucho más en el ambiente de trabajo. Soy yo el que después de 10 años todavía espera peras en el olmo.

Wednesday, May 11, 2011

La boa en forma de sombrero (o que se tragó un elefante)

Es en la locura simbólica que está la libertad. La arbitrariedad del diccionario de códigos que un extranjero tiene hace que uno viva poniéndole significado, digiriendo cosas y dándole sentidos a otras, que nada tienen que ver con su significante original.

Extrañar que la gente sonría, o que una canción te recuerde a alguien. Reírte por algo que no era para reírse. O sentir un vacío en un momento absolutamente racional. Uno es un espasmódico de los símbolos, y los símbolos no vienen solos, sino que cargan con ellos razones y sentimientos.

Así, el mundo lleva un lenguaje y uno lleva un segundo, una relectura, una versión libre, que le permite vivir su propio cuento en medio de otro, que es el que todo el mundo se da por enterado.

Han visto pasar un elefante por aquí?

Saturday, May 7, 2011

Códigos secretos

Para emular, por el cambio de contexto, el pasado es risible. Difícil imaginar que uno quiera convertirse en Henry Ramos Allup, inspirarse en el Conde del Guácharo o seguir a Camilo Sesto. Son todas imágenes que en su contexto, nos produzcan empatía o no, eran orgánicas con el mundo del que venía y al que se dirigían. Pero que sacados de su universo, sus propósitos, símbolos y significados carecen de gasolina para mantenerse.

Hay sin embargo una cadena bien numerosa de gente, nombres, experiencias y expresiones que quedaron en el pasado y, sin embargo, siguen conectándose mucho más con uno que cualquier cosa que uno tenga alrededor. Igualmente, han perdido valor en este nuevo contexto, pero siguen formando parte del diccionario del imaginario que define quién es uno.

Uno es quien es y le da propísito a la vida en tanto que tuvo y tiene en su cabeza y en sus recuerdos a los amigos que le marcaron, las canciones y los músicos que le dijeron algo en su momento, los líderes grupales, políticos o globales que le brindaron una respuesta a sus preguntas. La madre y la familia que tuvo, con sus generosidades y sus trastornos.

Cada quien tiene un diccionario con connotaciones propias, que no dicen nada significativo si no es uno el que le da un significado congruente, capaz de entrelazarse con el resto de símbolos y valores que componen su código propio; y uno vive con ese código guardado como quien tiene una clave secreta que, sí, muy especial es... pero que dificulta la comprensión de lo que le rodeaque está construido con otros códigos- y también que la lectura que se hace de uno, producto de otro lenguaje simbólico, se haga correctamente.

Nombres, canciones, amigos, políticos, lecturas, familiares, fiestas, abrazos, amores, momentos, epifanías, geografías, ánimos, risas, errores, oportunidades, encrucijadas, satisfacciones. El pasado es un libro que sólo recobra peso en el imaginario y los significados que uno puede darle, y es intransferible, enigmático y, a veces, absurdo, para quien pretende, desde otro contexto ajeno, asumir significados directos.

Friday, May 6, 2011

Proyecciones astigmáticas

Con la desconexión que empieza a tener uno de lo que tuvo y naturalmente tiene de lo que tiene nuevo, el fenómeno de lo ajeno comienza a teñir también la gente y las cosas que uno admira, la gente y las cosas que uno odia. Lo que uno quiere emular. Quien uno no quiere ser. Obama, Cee lo green, Landon Donovan, Michael Moore, para decir un par de nombres, son referencias de tipos que uno admira, pero cuya composición, maneras de ver el mundo, su historia, sus puntos de vista, ni lejanamente pueden ser equiparables a los de uno, que tiene un background y una manera de vivir tan completamente distinta. Lo mismo pasa con los resquemores. El escozor que produce una tipa como Lady Gaga, un dirigente como Marcos Rubio o un alguacil como Joe Arpaio, son antihéroes contra quienes podemos esbozar horas de argumentos para combatirlos, pero nos son tan ajenos, nacieron de un contexto que nos pertenece tan poco, que ni el sentimiento de aversión es demasiado sólido.

Tuesday, May 3, 2011

Monday, May 2, 2011

...y los recordatorios indeseados

Preguntaba, caminando solitario con una mochila al hombro, por una dirección en un chiringuito en Barcelona, sin notar, hasta que él hizo notarse, que un skin head me miraba con rabia. De la rabia pasó a insultarme repentinamente, gritando y en un idioma incomprensible (sería catalán iracundo) algo que entendí como "marico de mierda, qué carajo haces en mi tierra, vete pal coño". Me indigné, lo miré con cara de loco y de que no le tenía miedo (todos esos valientes se cagan con el menor desafío caribeño) y le dije que me gastaba mis reales en su puto país (o algo menos valiente, de seguro).
Me fui altivo en la superficie, pero golpeado realmente y en el fondo proque ante la salvaje, primitiva y territorial supremacía que aquel catalán sentía por su lugar, abusivamente invadido a sus ojos, poco pueden hacer los discursos de ciudadanos del mundo, el ánimo intercultural y la comprensión de que somos una sola especie literalmente abandona en un planeta en el que no sabemos qué vinimos a hacer. Si a los papeles nos remitimos, ese es su país y punto. Y si no, no hay sino que preguntarle a un funcionario de migración de un aeropuerto estadounidense, que bien claro lo tiene.
Ser extranjero siempre puede ser un portazo en la cara.

Sunday, May 1, 2011

El despiste benevolente

Una magia inusual que le sucede al extranjero es olvidar su condición. Cuando no nos acordamos de nuestro "no perteneciente" rasgo, es fresca nuestra mirada. Inevitablemente, casi todo es nuevo o, por lo decir lo menos, carente de vejez.
Una vez en Inglaterra, conversando con una escocesa (que era extranjera y lo desconocía) que estudiaba conmigo me preguntó muy como cosa natural qué hacía yo en el Reino Unido, "so faraway from home!" Mi respuesta, sinceramente desprevenida, fue una obviedad: había querido estudiar la maestría que estábamos haciendo, por eso había llegado hasta ahí. Un poco insatisfecha, obviamente, Juliet, concedió, sin pensar mucho: qué tonta, eso es lo que nos hace a todos haber venido hasta aquí.

Thursday, April 28, 2011

aliens

De lo más revelador que transita por la experiencia de un extranjero están las prioridades de valores. Comprobar día tras día que la vida en otros terruños se trata de otra cosa. Y que por más universales que seamos, por mucho que las necesidades sean las mismas (cree uno), la manera de estar satisfechos, "felices", plenos, varía sustancialmente.
Usualmente no lo vemos. O no lo abstraemos. Es natural a nuestra forma de vida. Pero que nuestros ancestros hayan sido protestantes o católicos. Que lo que la sociedad premie sea la humildad o la prosperidad. Que nuestras comunidades hayan sido fundadas por perseguidos o por conquistadores tiene enormes consecuencias en nuestras fromas de vivir, lo cual, dicho sea de paso, no es ni de lejos una abstracción, sino que influye, querámoslo o no, en el día a día de las sociedades, en el para qué la gente vive y hace las cosas como las hace. A qué le da importancia y a qué no. Qué le teme y qué le preocupa. Qué le da placer y qué le da culpa. Si a eso le introducimos el idioma y la geografía, los humanos podríamos parecer, a veces, seres de planetas distintos.

Tuesday, April 26, 2011

somebody find me somebody to love...

Es increíble como en culturas como la anglosajona la extranjería es connatural a sus maneras. Nada debe tratarse como propio. Quizás allí reside esa inmensa capacidad para que el terreno lo administre todo la razón. Para que las normas persistan y se reproduzcan en controles.

http://www.youtube.com/watch?v=cxbFLYa0_bw
Así, con la nacionalidad borrosa y la extranjería como agravante, uno recorre las calles que le tocan y puede pasarse hasta 10 años transitándolas sin sentir que tiene derecho de frente. Lo que uno mira, lo que observa, tiene que hacerlo escondido. Pero es así que mejor se ve lo que se ve, porque lo visto, desconocido, se colorea con lo imaginable, lo que, como conversábamos en una ocasión, tiene como fuente historia propia, percepción cultural inculcada, azar genético y todo el desajuste que en el imaginario produce el que ha sido enajenado.

Hace un par de mañanas corría por Coconut Grove, esa naturalista y paradójica antiguedad colonial que aún sobrevive al rosado y las palmeras implantadas de Miami, y mientras pasaba por una de sus calles sombreadas por la fronda de sus desacomodados árboles, conversaban bajo la lona del techo de una hermosa y avejentada casa, como grandes amigas, pero con el estupor que produce el calor infernal de esta ciudad, una hermosa señora negra con su uniforme de cartero, y otra no menos negra, pero que vestía con túnicas árabes, incuestionable dueña de la casa, que pararon su intercambio al verme pasar.

En silencio, mientras las miraba, me saludaron. Yo hice lo propio y seguí mi paso, aparentando concentración en la música de mi ipod.

Sospechaban.

Monday, April 25, 2011

El extranjero: Tampoco los que se quedan a vivir en los refugio...

El extranjero:

Tampoco
los que se quedan a vivir en los refugio...
: "Tampoco los que se quedan a vivir en los refugios dejan de ser extranjeros."


Tampoco
los que se quedan a vivir en los refugios
dejan de ser extranjeros.

Saturday, April 23, 2011

Casablanca

Mi teoría es que ese permanente flujo introspectivo del extranjero tiene sus bemoles de acuerdo al lugar donde esté. En Miami por ejemplo, la luz es tanta y por tantos meses en el año el sol inunda la vida entera por 12 o 14 horas al día, que con frecuencia la ciudad parece un desierto de almas. Nadie parece pensar o contar algo que ha sentido y tiene guardado. Porque todo se ve, quizás. Y es así como, esta suerte de Casablanca donde, más que un puerto internacional, la ciudad tiene lógica de escala, de tránsito de refugiados o vacacionistas (la mayoría de los habitantes de este lugar no se sienten propios), eso redunda en su ánimo, que percibe que, como nada parece que va a quedarse, nada parace merecer peso y significado.
Sin embargo, el extranjero -y mira que hay extranjeros aquí- sigue sintiendo y pensando como una maquinita asombrada. Adapatándose como un camaleón o esperando en las esquinas su oportunidad, dependiendo del caso.

Friday, April 22, 2011

Manatí entre golondrinas


Esa particularísima red de experiencias que tienen sentido en si mismas pero que no responden a una sola cultutra, ni a varias, sino a una mezcla arbitraria de ellas según la percepción de símbolos, valores y afectos de una sola cabecita, termina siendo tan insólita como admirable.
El aislamiento, la tragedia y el dolor permanente pero silencioso de ser extranjero es habitado a su vez por otra cápsula que es la del extrañamiento permanente. El extranjero vive sorprendido. De si mismo, de lo que las cosas significan, de lo que significan para él, de lo que significan en su contexto. Vive admirado de recuerdos inauditos. Y de lo inasible que se le hace el futuro. Mariposa entre águilas. Elefante entre perros. Manatí entre golondrinas. Lo que él ve nadie puede verlo. Pero su visión es secreta. Oculta. El raro es él. El es el que desentona. Lucha todo el tiempo por encubrirse mientras en su fibra interior se producen los más novesosos descubrimientos. La soledad del alma humana viéndose al espejo en medio del tumulto, que parece ciego ante el extranjero.

Sunday, April 17, 2011

Historion

No man hath dared to write this thing as yet,
And yet I know, how that the souls of all men great
At times pass athrough us,
And we are melted into them, and are not
Save reflexions of their souls.
Thus am I Dante for a space and am
One Francois Villon, ballad-lord and thief,
Or am such holy ones I may not write
Lest blasphemy be writ against my name;
This for an instant and the flame is gone.

'Tis as in midmost us there glows a sphere
Translucent, molten gold, that is the "I"
And into this some form projects itself:
Christus, or John, or eke the Florentine;
And as the clear space is not if a form's
Imposed thereon,
So cease we from all being for the time,
And these, the Masters of the Soul, live on.

Ezra Pound

Thursday, April 14, 2011

Agua en el aceite

Tan arbitraria como la nacionalidad es la enajenación. Esta sensación de estar ajeno permanentemente. La misma que produce diversión al turista y que, en principio, nos da un punto de vista siempre más significativo. Es una perspectiva de la que nos hacemos presos. Irregulares. Fuera de norma. Ser extranjero se convierte en una forma de marginalidad. En una voz sin voto. En una simpatía, en un número del censo. Lo que uno percibe no es lo mismo que la mayoría, ni lo que recuerda es conocido por los demás. Todo se hace más cosmogónico y global. Casi nada permanece simple. Y el mundo que conecta nuestra historia con lo que pensamos y sentimos, la identidad que teje nuestra raíz, nuestra historia personal y nuestras experiencias, luchan todos los días por mirarse al espejo y reconocerse, para al menos entenderse y observarse a si misma. Ya que, cuando habla, sólo de ella se escucha el eco. Es una gota de agua en el aceite.

Tuesday, April 12, 2011

Parias

Lo que no tarda en llegar cuando el viaje es prolongado es esta sensación natural de que los ojos con los que uno mira el mundo han sido nutridos por una identidad colectiva que corresponde al lugar del que uno viene. El humor, la sensibilidad, los códigos para relacionarse, son todos afines en los grupos que han crecido juntos. La nacionalidad se porta sin haber pedido permiso, se hace extrañar sin que necesariamente uno la aprecie, te hace sentir incluido en lo que no está, y excluido en donde te encuentras.
Qué arbitrariedad.
Uno le viene huyendo a un montón de paradigmas con los que uno creció y con los que uno se sentía distanciado. Y resulta que el "accidente" que dicen es el lugar donde uno nació te marca para siempre.
Son muchos los palabreros que dicen sentir que el mundo, en realidad, nos pertenece todo. Y, la verdad, en la letra pequeña, tienen razón.
El problema es uno que, sin decidirlo, no quiere pertenecer a cualquier parte. Pertenece ya, al lugar al que pensaba no pertenecer del todo.

Sunday, April 10, 2011

de Itacas

Un amigo dice que la visión de los griegos sobre el viaje es, como casi todo en la vida, a posteriori. "No me vengas a decir que cuando Odiseo sorteaba sus demonios le parecía grata la travesía", inquiere, "que el viaje era lo importante se lo inventaron después, cuando le buscaron algún premio a la nada halagüeña Itaca".
Sarcástico el pana, y poco espiritual, quizás, pero difícil quitarle la razón.

Up

Eso sí, lo que se ve desde esta nube donde una identidad ha sido postergada y de otras se toman préstamos circunstaciales y/o forzosos, resulta en una nueva perspectiva desde las que se ven las cosas más completas. La historia se conecta con la cotidianidad, uno puede adivinar los valores que nos entorpecen, y hasta explicar, adivinanza sociológica, en qué momento aprendimos a jodernos a nosotros mismos. Claro que, enseguida, uno se pregunta para qué sirve tanta idea nueva si no estamos metidos en la candela. Es una paradoja. Y una ilusión. Estar fuera nos permite tener una visión compleja e incluyente de nuestro origen, pero cuando uno está adentro no actua como si estuviera afuera.

Saturday, April 9, 2011

Viajar sin descanso

No hay día en que, se encuentre donde se encuentre, el desterrado no tenga su cabeza en otra parte. Como si de un ejercicio de resitencia se tratara, el extranjero viaja en el tiempo con frecuencia a insólitos episodios de su niñez; aparecen en su mente personas de las que, si tuviera cerca, no tendría jamás inquietud ninguna; o recuerda escenarios en ciudades que ya cambiaron para siempre. Incluso estando donde nació, el que cree que no pertenece extraña algo que no puede ubicar, que no sabe cómo encontrar, pero que siente que le falta. Melancolía, nostalgia, siemple y pura inconformidad, ilusión inmadura, capricho. Quién puede juzgarlo. Y para qué. Si el viaje sigue incesante y sin receso.

"La vida es un sueño, despertar es lo que mata". Virginia Woolf

Friday, April 8, 2011


Egoístas. Los extranjeros somos una patria de unos 300 millones con demasiados padeceres como para detenernos en conflictos ajenos. Y eso sin contar los extranjeros endógenos, ajenos en su lugar de origen. Los que se ocupan del prójimo es porque tal inquietud forma parte de sus vocaciones. De resto, el panorama es muy árido como para pensar en los derechos de los perros o la extinción de la pirañas. El hueco en la capa de ozono es una conversa de cafetería. Lo único que quiere y teme no poder transformar el extranjero es su soledad.

Un tránsfuga

http://www.youtube.com/watch?v=7F_ToQtzcCo

Thursday, April 7, 2011

Somos ingratos. La naturaleza del que no está contento con lo que le tocó es esa... Malagradecidos. Huimos de lo que nos fue dado y no nos queremos conformar con lo que conseguimos nuevo. La felicidad no nos habita. Salta como gatos. Un día muy lejano descubrí que algo en mi no pertenecía al mundo que me había tocado... y todavía estoy buscando. Como si mereciera algo. A cuenta de nada.