Tuesday, April 26, 2011

Así, con la nacionalidad borrosa y la extranjería como agravante, uno recorre las calles que le tocan y puede pasarse hasta 10 años transitándolas sin sentir que tiene derecho de frente. Lo que uno mira, lo que observa, tiene que hacerlo escondido. Pero es así que mejor se ve lo que se ve, porque lo visto, desconocido, se colorea con lo imaginable, lo que, como conversábamos en una ocasión, tiene como fuente historia propia, percepción cultural inculcada, azar genético y todo el desajuste que en el imaginario produce el que ha sido enajenado.

Hace un par de mañanas corría por Coconut Grove, esa naturalista y paradójica antiguedad colonial que aún sobrevive al rosado y las palmeras implantadas de Miami, y mientras pasaba por una de sus calles sombreadas por la fronda de sus desacomodados árboles, conversaban bajo la lona del techo de una hermosa y avejentada casa, como grandes amigas, pero con el estupor que produce el calor infernal de esta ciudad, una hermosa señora negra con su uniforme de cartero, y otra no menos negra, pero que vestía con túnicas árabes, incuestionable dueña de la casa, que pararon su intercambio al verme pasar.

En silencio, mientras las miraba, me saludaron. Yo hice lo propio y seguí mi paso, aparentando concentración en la música de mi ipod.

Sospechaban.

1 comment:

  1. Sabes que la primera vez que caminé por la urbanización donde vivo, me sorprendió ver que todo el mundo me saludaba y me deseaban los buenos días.
    Ahora que ya han pasado 3 años desde mi llegada y que he recorrido muchas veces las mismas calles, yo no dejo de hacer los mismo que recibí ese día.
    ¡A cuanto transeunte veo lo saludo!
    Es mi intento de mantener las buenas energías fluyendo.
    Un abrazo.

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